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Cristo viene pronto

December 2, 2018

Reflección para el primer domingo de Adviento, Ciclo C.
Las lecturas son Jeremias 33:14-16; Salmo 25; Tesalonicenses 3:12-4:2 y Lucas 21:25-28, 34-36.

Dentro de un mes estaremos todos gritando “feliz año nuevo” y celebrando la llegada del 2019, pero la Iglesia, celebra el año nuevo hoy. Hoy es el primer domingo de Adviento, cuando comienza el nuevo año litúrgico. Y al igual que con el año nuevo que viene con todas clases de predicciones culturales, económicas, políticas y sociales, nuestro adviento también comienza con algunas predicciones y algunas advertencias.

El profeta Jeremías, de quien escuchamos en la primera lectura, se pasó toda su vida diciéndole al pueblo de Israel que la cosa se iba a poner bien fea si no cambiaban sus caminos – si no regresaban a los caminos del Señor. Nadie quería escuchar ese mensaje – no muy distinto al mensaje de varios políticos populistas de nuestros días que solo quieren meterle miedo a la gente – todo lo malo que va a suceder si aceptamos a esos refugiados, o si firmamos ese tratado o lo que sea. Aunque parece que hoy en día la gente si se come esos mensajes.

Pero en los tiempos de Jeremias, nadie le hizo caso.

Y la cosa se puso fea. El reino otra vez estaba dividido entre el reino de norte, Israel, y el reino del sur, Judea. Nadie seguía los mandamientos – es más, se habían olvidado de los mandamientos. Y entonces los asirios invaden, destruyen el Templo y a los judíos que sobreviven, se los llevan al exilio.

Jeremías vivió durante el exilio. Este es uno de los puntos más bajos del Pueblo Judío: han perdido su rey, no tienen reino, no tienen templo – el centro de la vida Judía; no tienen tierra – la tierra prometida que Dios les dio. Y también parece que Dios los ha abandonado.

Pero Jeremías no les dice, “!Se los dije! ¡Ven lo que pasa cuando no me hacen caso!” No. Ahora Jeremias les profetiza el mensaje de esperanza. Y esos son estos bellos pasajes de las escrituras que escuchamos durante Adviento – como el de hoy: La casa de Israel y la casa de Judá se unirán y Dios va a cumplir su promesa. Y del árbol que ha sido tumbado saldrá un retoño. El pueblo judío sabe que esto se refiere al Mesías. Nosotros los cristianos sabemos que se refiere a Jesucristo.

Pero el exilio judío fue 600 años antes de Cristo. Esos son muchos años de espera. Es mucho tiempo para esperar a que las cosas mejoraran.

Y entonces, ¿Qué hacemos cuando estamos esperando?

San Pablo, en la segunda lectura de hoy, en su segunda carta a los Tesalonicenses, nos dice exactamente qué hacer mientras esperamos. Pablo le escribe a los Tesalonicenses dos veces para aclarar ciertas cosas y una de esas tiene que ver con la segunda venida de Cristo.

Esos primeros cristianos, y Pablo también, creían que Cristo iba a regresar muy pronto; el próximo mes o quizás el próximo año – o por lo mientras ellos estaban todavía vivos. Pero la gente de Tesalónica, por algún motivo, pensaban que Cristo iba a regresar mucho más pronto – ¡como la próxima semana! Y habían dejado de trabajar – no estaban haciendo nada; solamente esperando. Y Pablo les escribe que sí tienen que estar esperando y preparados, pero no pueden dejar de vivir. No pueden dejar de trabajar. Pero lo único que tienen que hacer mientras esperan es exactamente lo que han estado haciendo desde que son cristianos: vivir sus vidas agradando a Dios, amándose mutuamente. Parece un poco simple, ¿verdad? Eso es todo lo que tenemos que hacer: Vivir vidas que agradan a Dios y amarnos mutuamente.

Es lo que nos dice el Salmo de hoy: Levantemos nuestras almas al Señor.

En el evangelio, Jesús agrega algo más: Mientras esperamos, debemos poner atención.

Si les parece que acabamos de leer este evangelio hace como dos semanas, es cierto; ha;n estado prestando atención. Hace dos semanas leímos algo muy parecido pero del Evangelio de Marcos. Hoy leemos del Evangelio de Lucas – comenzamos el año Litúrgico nuevo – este año es el tercer ciclo, el año C – así es que este año estaremos leyendo del Evangelio de San Lucas.

Jesús no se refiere al fin del mundo; Se refiere a la destrucción del Templo. No la destrucción de hace 600 años cuando los asirios invadieron, sino la segunda destrucción por los romanos.

Recuerden que durante la vida de Jesús, Israel estaba bajo el dominio de los romanos. Y a cada rato habían toda clase de rebeliones hasta que en el año 66, como 30 años después de la resurrección, hubo una gran rebelión y Nerón, el emperador romano, envió ejércitos desde Roma. En el año 68 los refuerzos romanos llegan a Jerusalén y en el año 70, destruyen la ciudad. Queman todo, matan a casi todo el y destruyen el Templo. Miles de miles de personas mueren y los que sobreviven son esclavizados.

Según el Evangelio de San Marcos que escuchamos hace dos semanas, Jesús les dice a los discípulos que cuando comienzan a ver estos signos, que huyan – que se vayan hacia los cerros – es por eso que los cristianos sobreviven la destrucción de Jerusalén – porque se fueron; Jesús se los había advertido.

Los judíos hoy hablan de la segunda destrucción del templo – recuerden, el primer templo había sido destruido por los asirios hacia 600 años; ese fue el primer exilio. Y este, con la destrucción de Jerusalén en el año 70, es el segundo exilio, porque después de la destrucción de Jerusalén, los judíos que sobrevivieron quedaron esparcidos por todo el mundo – donde todavía muchos están.

¡Para los judíos era como si fuera el fin del mundo!

Y Jesús dice que cuando vemos estos signos sabremos que viene nuestra liberación. ¿Cuáles son los signos? ¿Muerte y destrucción? Pero siempre ha habido muerte y destrucción – desde Adán y Eva. Hoy en día hay desastres y destrucción. No tenemos que esperar al fin del mundo. Hoy en día, hay gente sufriendo en Venezuela, en Siria, en Bangladesh. Todos los días hay asesinatos en todas las ciudades de los Estados Unidos – hay asesinatos en Brasil, en México – hay refugiados y gente desplazada. Aquí en Toronto hay algún asesinato por lo menos una vez a la semana. Todos los días hay accidentes. Todos los días hay niños abusados, rechazados y abandonados por sus mismos padres. Dentro de la misma Iglesia tenemos casos horribles de abusos sexuales. Todos los días hay divorcios y personas que pierden sus empleos. Hoy hay gente que sufre de cáncer y otras enfermedades… Hoy hay hambre, hay sequias, maremotos, terremotos, guerras…. No tenemos que esperar al fin del mundo.

Los signos siempre están aquí: Se acerca nuestra salvación.

Pero, ¿estamos listos? No estamos listos. Estamos muy ocupados con nuestras propias tonterías y ansiedades – estamos muy ocupados con nuestros celos y revanchas. Jesús dice que cuando veamos los signos – o sea, todo el tiempo – tenemos que poner atención. El Hijo del Hombre puede venir en cualquier momento – cuando menos lo esperamos y ¡estamos durmiendo!

Pero nos convencemos, como la gente en los tiempos de Jeremias, que el Mesías no va a venir muy pronto.

Me imagino que la Buena Nueva es que Jesús no va a regresar la próxima semana, ni el próximo mes. Jesús no va a regresar el próximo año ni en 10 años. La Buena Nueva es que Jesús va a regresar… como en 15 minutos – ¡como lo hace todos los Domingos y en cada Misa!

¿Y cómo lo recibimos? Jesús dice, “levántense y alcen la cabeza”. Vamos a recibir a Jesús en la Eucaristía, levantados, parados rectos, con las cabezas alzadas y con las manos abiertas. Si lo recibimos en la mano, vamos a alzar las manos, en frente del pecho, no por abajo como si nos diera pena. Tenemos que mirar adelante, no al piso, como si nos estuvieran castigando. Miren al que van a recibir. Y con las dos manos. Una mano bajo la otra para asegurarnos que no se caiga ni una migaja. Y ya sea en la lengua o en la mano, vamos a hacer una pequeña reverencia y cuando el diacono o el sacerdote dice, “el Cuerpo de Cristo” vamos a responder en voz alta, “Amen.” No digan ‘amen” antes que el ministro dice, “el Cuerpo de Cristo”. El “amen” es nuestra respuesta. Quiere decir, “si Señor yo creo que estas presente. Si Señor quiero recibirte. Si Señor estoy listo a recibirte.”

Esto es algo que tenemos que recordar hoy y todos los días del año. Tenemos que recordarlo cada vez que vamos a misa y lo recibimos en la Eucaristía – podamos o no podamos recibirlo en la Eucaristía, tenemos que recordar que El está presente y ya sea físicamente o espiritualmente, lo podemos recibir.

Especialmente lo tenemos que recordar durante esta época de Adviento cuando estamos preparando nuestros corazones para la Navidad. Porque el Adviento no es solamente una preparación para el cumpleaños de Jesús; El Adviento es preparación para la venida de Cristo.

Y Cristo viene muy pronto.

¿Estamos listos?

From → Español

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