Ven Espíritu Santo
Mi primer sermon: 27 de mayo, 2012, Fiesta de Pentecostés.
Hoy celebramos la venida del Espíritu Santo y en las lecturas escuchamos dos relatos distintos del mismo evento. San Lucas en los Hechos de los Apóstoles describe el evento que todos conocemos: Con el viento huracanado y las llamas de fuego y los discípulos que comienzan a hablar en lenguas. El relato de San Juan es un poco distinto, pero para mí, un poco más conmovedor.
Los apóstoles están atemorizados, tienen miedo. Se sienten confusos, desalentados, abandonados, defraudados… todo lo que esperaban había fracasado. Ese hombre a quien seguían, quien creían era el Hijo de Dios, el Mesías, el que iba a liberar a Israel de la ocupación Romana – había sido arrestado, torturado y asesinado. ¿Y a quién van a matar después? A ellos mismos. Los apóstoles están encerrados, llenos de miedo… y, ¿quién se aparece? Jesús. Y, ¿qué les dice? Paz. Jesús les da la paz, “tengan paz.” “No tengan miedo.” No tengan miedo; tengan paz. ‘No tengas miedo’ es quizás la frase que mas aparece en la Biblia – sale como unas 350 veces: no tengáis miedo, no teman… y muchos de nosotros recordamos las palabras de Juan Pablo II durante su primera homilía como Papa en octubre de 1978: “Non abbiate paura!” No tengan miedo. Esa es la buena noticia de hoy.
El Espíritu Santo es el espíritu que nos quita el miedo, que nos da la paz. Si te sientes solo, si estas preocupado, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas en la casa, con tu esposo o esposa, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas en el trabajo, con el jefe u otro trabajador, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas con tus hijos, que no los entiendes, que no te hablan, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas con tus padres, que no te escuchan, que no te entienden, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas en el colegio con algún compañero, o con los profesores, no tengas miedo, paz. Si tienes problemas con tus padres ancianos – dificultades con alguna enfermedad crónica, un diagnostico de cáncer… no tengas miedo, paz. Si estas lejos de tu familia – si tienes problemas de dinero, haz perdido tu trabajo… no tengas miedo, paz. Paz. El problema es que a veces, no sentimos paz.
Mi primera experiencia del Espíritu Santo fue cuando tenía doce años. Yo crecí en Panamá y a la parroquia llegó un sacerdote nuevo que quería comenzar un grupo juvenil. Así es que invitó a todos los jóvenes de la parroquia a un retiro. Mi mamá nos empacó a mi hermano, mi hermana y a mí, y nos envió al retiro. No recuerdo mucho del retiro, pero sí recuerdo con claridad la primera noche. Estábamos todos reunidos en la capilla, alrededor del Santísimo Sacramento, rezando y había gente hablando en lenguas, gente llorando, gente cantando en lenguas – gente cayéndose… la verdad, una escena un poco extraña para un niño de doce años. Pero todos éramos jóvenes – yo era uno de los menores, pero todos tenían como entre 15 y 20 años. Pero no recuerdo que sentí que era algo extraño. Es más, sentí que era la cosa más bella del mundo. Como si hubiéramos tenido una mini experiencia del cielo aquí en la tierra.
Pero, ¿qué pasa? La mayoría de nosotros nunca hemos tenido experiencias así del Espíritu. Pero todos hemos recibido el Espíritu Santo. Si has venido a misa antes, haz recibido el Espíritu Santo – si te han bautizado, haz recibido el Espíritu Santo. Si te has confesado, haz recibido el Espíritu Santo. Porque con cada Sacramento recibimos el Espíritu Santo. Cuando me casé, en el matrimonio, recibimos el Espíritu Santo. Cuando bautizamos a mis dos hijos, ellos recibieron el Espíritu Santo. y nosotros los padres, también. Pero no siempre sentimos algo. Ayer, durante mi ordenación a Diácono permanente, el obispo pide que el Espíritu descienda sobre los candidatos… y yo sentí… absolutamente nada. Pero eso no quiere decir que no recibimos el Espíritu Santo.
Yo estudie teatro en la universidad, y aprendimos dos técnicas de actuación: En la primera, uno trata de sentir algo y después dice y hace lo que tiene que decir o hacer. Por ejemplo, si tengo que gritar enojado, pero primero trato de sentirme enojado y cuando lo siento entonces, puedo gritar, “estoy enojado.” La otra, es lo opuesto. No tienes que sentir nada, simplemente grita, “estoy enojado” un par de veces y te aseguro que vas a comenzar a sentirte enojado. Creo que es lo mismo con el Espíritu. Si no sientes el espíritu, no importa. Compórtate como si lo tuvieras. No te sientes con gozo o amor, no sientes paciencia, o humildad, no te sientes con coraje o fuerza – no importa. Compórtate de esa forma. Compórtate como si tuvieras los dones y frutos del Espíritu Santo: Con amabilidad, con honestidad, con bondad y modestia. Te aseguro que dentro de muy poco comenzaras a sentir el Espíritu.
Una de las primeras oraciones que aprendí de niño, es una que supongo Uds. conocen:
Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.
Cristo nos da el Espíritu Santo para que tengamos paz – para que tengamos fuerzas, para renovar la tierra. No recibimos el Espíritu Santo solamente para sentirnos bien y cómodos, para que tengamos paz y ya. No. Lo recibimos para poder ayudar a Cristo a transformar la tierra.
En cada misa celebramos la fuente y cumbre de nuestra vida Cristiana: El Sacramento de la Eucaristía. Antes de la consagración, el Padre le pide al Espíritu Santo que descienda sobre el pan y el vino para que se conviertan en el cuerpo y la sangre de Jesús. Es el Espíritu Santo que hace posible el Sacramento. Y al momento de la Comunión – cuando venimos a recibir a Cristo, recibimos al Espíritu Santo. No lo olvides. Inmediatamente antes de la comunión, ¿que hacemos? Nos damos la paz. Darnos la paz no es solamente un gesto bonito. Es lo que Jesús hace con sus Apóstoles. Así es que no lo hagamos con pena, o sin ganas – no. Mírense a los ojos y digan con fuerza (aunque no lo sientan), “la paz” y piensa “no tengas miedo.” Al darnos la paz, recibimos la paz de Cristo y después estaremos listos para recibir la comunión.
Y cuando termina la misa (de Pentecostés) el diácono dice, “Pueden ir en paz, aleluya, aleluya” y Uds. contestan, “demos gracias al Señor, aleluya, aleluya.” No solamente lo digan. Díganlo con ganas – ahora que tienen la paz, tienen el Espíritu de Cristo – ¡pueden salir a renovar la faz de la tierra!
Ven, Espíritu Santo,
Llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu.
Que renueve la faz de la Tierra.