Somos el Cuerpo de Cristo
Reflexión para el tercer domingo de tiempo ordinario, año C
Lecturas: Nehemías 8:2-4, 5-6, 8-10; Salmo 18; Corintios 12:12-30 y Lucas 1:1-4, 14-21
Dicen que Sta. Teresa de Ávila estaba tan unida a Jesús, que podía conversar con Él, así como yo estoy conversando con Uds. Y dicen que en una ocasión, Jesús le pregunta a Sta. Teresa cual era su nombre: “¿Cual es tu nombre?” Y Sta. Teresa le contesta con su nombre de religiosa: “Teresa de Jesús.” Y entonces, como Sta. Teresa era bien hecha’a pa’ lante, ella le pregunta a Él: “¿y cual es tu nombre?” Jesús le contesta, “Yo soy Jesús de Teresa.”
No sé si el cuento sea verídico o no, pero recalca no solamente la unidad que Sta. Teresa tenía con Jesús, sino la unidad que Jesús quiere tener con nosotros. Jesús es Jesús de nosotros. Y esa unidad es santidad. Pero no es solo para los “santos.” Bueno, sí es para los santos, pero es para todos nosotros porque todos somos santos. Lo que pasa es que no nos comportamos como santos.
De eso creo que se tratan las tres lecturas de hoy: La santidad.
Miren la primera lectura: Ocurre después del exilio a Babilonia. Acuérdense que el pueblo Judío había sido exiliado a Babilonia. Allí estuvieron 70 años. Eran cautivos, porque no podían regresar, pero la vida no era así tan difícil. Se pudieron acomodar a la vida ahí. Se casaron con la gente de Babilonia. Cosa que cuando, 70 años después, cuando el rey del momento decide que , “ok, vamos a dejar que los judíos regresen a su tierra,” solo como el 30% regresaron. Y así es, que muchas veces preferimos estar cómodos a ser libres.
Y los que regresaron se encontraron con una tierra destruida: Jerusalén, destruida; el Templo, destruido. Y se pusieron a reconstruir. Esdras y Nehemías fueron dos de los líderes de los que regresaron. Esdras era Sacerdote y Nehemías, el gobernador.
En la reconstrucción, una de las cosas que encontraron fue un texto de los cinco libros de Moisés. Se dice que Moisés escribió los cinco libros de la ley – en Hebreo, el Torah; en Latín, el pentateuco (penta quiere decir cinco). Estos son los cinco primeros libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Esto era algo nuevo, porque las escrituras en esos tiempos no estaban escritas. Acuérdense que el culto Judío tenía que ver con el Templo. Es en el Templo donde Dios habita. En el Templo es adonde se ofrecen los sacrificios. Pero Esdras comienza algo nuevo. Reúne a la gente y les lee los libros de Moisés. Se tira una maratón lectura, desde el amanecer al medio día, seis horas. ¡Imagínense leer Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio sin parar (y nosotros que nos quejamos si la misa se pasa la hora)! Y comenzó algo nuevo. Desde ese momento comienza un nuevo culto Judío centrado en las escrituras.
Y la gente, al oír la Palabra de Dios, se pone a llorar. Nehemías les dice que no lloren, que ese día es un día para celebrar. Que es un día sagrado: “hoy es un día consagrado.” Es un día Santo. La Biblia no dice por que la gente se pone a llorar pero se me ocurren dos razones. Quizás lloran porque se dan cuenta de lo lejos que han estado de Dios. O quizás lloran porque cuando uno escucha la Palabra de Dios, la Palabra está viva y nos mueve. El Salmo hoy nos dice: “tus palabras Señor, son espíritu y vida.” Así es. La Palabra de Dios está viva y cuando la escuchamos, el Espíritu nos mueve por dentro. En ese momento la gente se da cuenta que son Pueblo de Dios. Que están en tierra Santa. Que son Santos.
Comparen eso con la segunda lectura de la Carta de San Pablo a los Corintios. Corinto era como Las Vegas de Grecia. Y ya saben, lo que ocurre en Las Vegas, se queda en Las Vegas. La gente dejaba su moralidad en casa y se iban a Corinto. En Corinto había un culto enorme a la diosa del sexo, Afrodita. El Templo de Afrodita tenía 1000 prostitutas. Imagínense la pequeña Iglesia de Corinto: una iglesia nueva y joven, en medio de esa cultura. Y aparte, era una iglesia de judíos convertidos y paganos convertidos; de griegos y judíos, de esclavos y libres. Y la Iglesia Corintia, aunque tenía muchas bendiciones y el Espíritu estaba activo, tenia algunos problemas.
Entre los problemas que tenían eran el de quién era mejor que el otro. Ese problema todavía lo tenemos, porque “yo soy y mejor que tú, porque yo soy diacono!” ; )
Y Pablo usa esta bella metáfora del cuerpo- los Corintios comprendían muy bien el culto del cuerpo y la gente entendía muy bien: el cuerpo es uno, pero tiene varios miembros que son todos distintos. No creo que tengo que explicarlo porque Pablo lo explica muy bien: Todos los miembros tienen importancia y todos son necesarios. Hasta el ombligo es importante porque imagínense un bebe en el vientre de su mamá sin cordón umbilical.
Pero no es solo que somos parte del mismo cuerpo. Sino, ¿de quién es el cuerpo? Es el Cuerpo de Cristo. ¿Qué quiere decir eso? Somos el Cuerpo de Cristo: Quiere decir que somos Santos.
Comparen eso con el Evangelio de hoy: Jesús regresa al pueblo donde creció, a Nazaret y como todo buen Judío, desde los tiempos de Esdras, va a la Sinagoga el sábado a escuchar y estudiar la Palabra y a rezar y cantar los salmos. Acuérdense que eso lo comenzó Esdras y es un culto que continua hoy en dia, porque los Judíos de hoy no tienen Templo. Tienen sinagogas que son simplemente casas donde uno se reúne a estudiar las escrituras y el Rabino es el maestro. Y hoy le toca a Jesús leer. Y le dan el rollo de Isaías y lee ese pedazo que todos conocemos:
“El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a proclamar el año del favor del Señor”
Y entonces Jesús dice, “hoy, en míse ha cumplido esta profecía.”
Es una manifestación. Así como en la Epifanía y el Bautizo y las Bodas de Caná, este momento también es una manifestación. Y lo que no escuchamos hoy, pero viene la próxima semana, es que la gente, que estaba tan embebida con Jesús, pero que lo conocían porque era de Nazaret, comenzaron a decir, “¿y éste quién se cree?” y lo sacaron de la sinagoga y lo iban a tirar por un barranco. Pero como aún no era su hora, Jesús pudo escaparse.
En ese momento, Jesús nos dice quien es: Es Santo. Y nos dice como ser Santos: Hay que anunciarle las buenas nuevas a los pobres y la libertad a los cautivos Hay que darle la vista a los ciegos y poner en libertad a los oprimidos. Esa es la fórmula.
Y esto, ¿qué tiene que ver con nosotros? Bueno, si queremos ser santos, eso es lo que hay que hacer. El pueblo judío se da cuenta que es el pueblo de Dios; separado por Dios; consagrado y que están en tierra santa: Son santos. Y los corintios se dan cuenta que son el Cuerpo de Cristo: Son Santos. Y Jesús nos dice que Él es el Santo y nos dice como ser como Él.
En tu comunidad, ¿quién es el pobre? ¿Quién es el exiliado? ¿El refugiado? ¿Quién es el pobre de salud, o de afecto? Porque no solo somos pobres económicamente. ¿Quién es el cautivo? ¿A quien tiene cautivo la adicción, el dinero o la falta de esperanza? ¿Quién en tu comunidad está ciego porque no ve la verdad, o no conoce la cultura, los recursos o no tiene el idioma? ¿Quién en tu comunidad está oprimido? ¿A quién hay que poner en libertad? Jesús nos libera, pero nosotros también tenemos que liberar a los otros. Esa es la fórmula. El que quiere ser santo, que se apunte.
Porque otra cosa que decía Sta. Teresa es que Jesús ya no tiene cuerpo en la tierra. Sólo nos tiene a nosotros. Nosotros somos el cuerpo de Cristo. Nosotros somos las manos y los pies de Cristo en la tierra. Acuerdate de eso cuando vas a recibir la Comunión y el sacerdote o el diácono te dan “el Cuerpo de Cristo.” Tú eres el Cuerpo de Cristo. Nosotros somos el Pueblo de Dios y estamos en tierra Santa. Nosotros somos el Cuerpo de Cristo. Nosotros somos santos.
Pero no solamente para que nosotros estemos unidos a Cristo, sino también para que nos ayudemos los unos a otros a ser santos.