El Buen Pastor
Reflexión para el cuarto domingo de tiempo de Pascua, año C
Lecturas: Hechos 13: 14, 43-52; Apocalipsis 7: 9, 14-17; Juan 10:27-30
Vamos de la semana pasada con un evangelio larguísimo acerca de pescadores, a un evangelio cortito acerca de pastores. Dos profesiones importantes para la gente en los tiempos de Jesús y dos imágenes importantes para nosotros ya que a los apóstoles se les conoce como “pescadores de hombres” y “pastores de almas.”
Hoy es el cuarto domingo de Pascua y tradicionalmente se conoce como el Domingo del Buen Pastor porque el evangelio de hoy, no importa que ciclo sea siempre es parte del discurso de Jesús acerca del Buen Pastor. Acuérdense que hay tres ciclos que duran un año– en el ciclo A leemos el evangelio de Mateo; en el ciclo B leemos el evangelio de Marcos y en el ciclo C, que es en el que estamos este año, leemos el evangelio de Lucas. Pero durante la Pascua siempre se lee el evangelio de Juan. Y el cuarto domingo de Pascua siempre se lee un pedazo del décimo capítulo de Juan, cuando Jesús dice que él es el Buen Pastor.
Pero como lo que hoy escuchamos fué tan breve y es el final del discurso, déjenme echar para atrás, al comienzo del capítulo 10. Fíjense: Esto ocurre inmediatamente después que Jesús sana a un ciego y les insinúa a los Fariseos que ellos son los que son ciegos. Y después comienza con todo esto del pastor. El que no entra por la puerta del corral es un ladrón (10:1-2); la ovejas siguen al pastor porque conocen su voz (10:4-5). Luego dice que El es el pastor y que El es la puerta (10:7-9) y más adelante que El es el Buen Pastor que da su vida por las ovejas (10:11). No creo que tengo que explicar esto mucho. Entendemos bien lo que quiere decir ser “Buen Pastor.” El Buen Pastor ama a sus ovejas, las cuida y las alimenta. Se preocupa por ellas y tiene una conexión con ellas. El es el dueño de las ovejas. Al pastor que es empleado no le importan las ovejas – de eso se trata la parábola de la oveja perdida (Lucas 15:4-7). ¿Qué empleado va a dejar 99 ovejas para encontrar a una perdida? Eso es una locura: Dejo a estas para buscar a la que se perdió y ¡viene el león y se come estas! Mejor perder una que perder dos o tres. Pero el pastor que es dueño, que es bueno, que las ama, deja a estas y va a buscar a la que está perdida. Jesús es el Buen Pastor.
Y entonces nos dice qué quiere decir que conoce a sus ovejas: “Así como me conoce el Padre” (Jn 10:14-15). O sea, Jesús nos conoce de una forma íntima – es Comunión. Y tiene ovejas que son de otro corral. Esto es lo que de verdad molesta a los fariseos. Primero dice que El es el Buen Pastor y para los judíos es bien claro que Dios es el Pastor. Las escrituras Hebreas tienen bien claro que Dios es Pastor: Isaías nos dice que Dios, como pastor da de comer a su rebaño y toma en sus brazos a los corderitos, cerca de su corazón (Is. 40:11). Y el salmo más querido y conocido, Salmo 23 dice que “el Señor es mi pastor; nada me falta; en verdes pastos me hace reposar y me conduce a donde brota agua fresca” (Salmo 23:1-2). Los judíos saben muy bien quien es el Buen Pastor.
Y es por eso que es importante que Jesús les acaba de decir que ellos son los ciegos – porque no lo reconocen. Y es exactamente lo que pasa. A Jesús muchos judíos no lo reconocen. Miren qué es lo que le ocurre a Pablo y a Bernabé en la primera lectura del Libro de Hechos. Pablo y Bernabé van de pueblo en pueblo predicando las Buenas Nuevas y siempre van primero a la sinagoga. ¿Por qué? Porque primero van al rebaño del pueblo de Israel. ¿Pero qué sucede? Siempre hay algunos judíos que no aceptan el mensaje y ¿quién lo acepta? Los gentiles, los que no son judíos: Las ovejas del otro corral. Porque Jesús dice que los que pertenecen al rebaño no son los de este corral judío, sino son los que escuchan su voz. Me recuerda cuando a Jesús le dicen que su madre y sus hermanos han llegado y él dice, “¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Los que hacen la voluntad del Padre” (Mateo 12:46-50). Y ahora dice, que los que pertenecen al rebaño del Buen Pastor son los que escuchan su voz. Los que, como el ciego y como los gentiles en el Libro de Hechos, lo reconocen.
Entonces los judíos lo rodean y le piden que ya no los tenga en suspenso, y le preguntan que si él es el mesías. Y Jesús les dice, “ya se los he dicho” (Jn 10:24-26). Se los acaba de decir cuando les dice que él es el Buen Pastor. Pero ellos no le creen porque no lo reconocen, porque no son de sus ovejas.
Y llegamos a evangelio de hoy. Las ovejas conocen la voz del Buen Pastor y él las conoce a ellas. ¿Qué tenemos que hacer? Conocer a Jesús; reconocer a Jesús, reconocer su voz y seguirlo.
Pero la voz de Jesús es una sola voz entre muchas en este mundo. Hay muchas voces que nos llaman: La voz del dinero, la voz del placer, de la oportunidad, del escepticismo, del relativismo, del humanismo… ¿Cómo vamos a reconocer la voz de Jesús?
La clave está en lo que ya Jesús nos dijo al comienzo del capítulo: Escuchar. No podemos reconocer la voz si no estamos escuchando. A veces estamos tan ocupados hablando y pidiendo que no escuchamos – en vez de decir, “habla Señor que tu siervo escucha,” decimos “escucha Señor que tu siervo habla.” ¿Cómo es nuestro tiempo de oración? ¿Nos la pasamos rezando: El rosario, la Divina Misericordia, los Padre Nuestros y cantando o escuchando música y pide, pide, pide, gracias, gracias, gracias y alaba, alaba, alaba, o pasamos momentos en silencio? Porque si nos la pasamos hablando, no estamos escuchando. Rezar no es solo alabar, agradecer, pedir perdón y pedir. Rezar también es escuchar.
¿Y cuál es la voz de Jesús? ¿Cómo sabemos si lo que escuchamos es la voz de Jesús? Les voy a dar una sugerencia: La voz de Jesús es la voz de la Iglesia. Jesús les deja a los apóstoles su voz. Jesús deja a Pedro encargado y le da su voz. Estamos en el Año de la Fe y debemos aprovechar para escuchar la voz de Jesús revelada a la Iglesia. Este es un buen año para leer la Biblia, leer el Catecismo, leer documentos de la Iglesia, leer los mensajes y homilías de los papas, de Juan Pablo II, de Benedicto y del Papa Pancho. Y cuando encontramos algo que no entendemos o que nos parece que no tiene sentido, sigamos buscando, estudiando y rezando para que lo entendamos. La voz de la Iglesia es la voz de Jesús. Y la Iglesia es el Buen Pastor porque Jesús deja a la Iglesia con el mandamiento de “cuidar/alimentar/apacentar a sus ovejas”. ¿Se acuerdan el evangelio de la semana pasada? (Juan 21: 1-19)
Y cuando Jesús le deja ese mandamiento a Simón Pedro de cuidar a su rebaño, ¿qué es lo que le dice al final? “Sígueme.” Y eso es también lo que nos dice a nosotros hoy. Las ovejas reconocen mi voz y me siguen y yo les doy la vida eterna. Pero, ¿qué quiere decir seguir a Jesús? Antes de decirle a Pedro que lo siga le dice, “alguien te va a llevar a donde no quieres ir” para significar la muerte que iba a sufrir. Y recordemos que ya Jesús nos ha dicho, “el que me quiera seguir que se niegue a sí mismo y que cargue su cruz.” (Mateo 16:21-27) ¡Pero él nos va a dar la vida eterna!
Por eso es que las ovejas del rebaño que cuenta el Libro del Apocalipsis en la segunda lectura de hoy son las que han sufrido; han sido lavadas en la sangre del cordero. Pero no es un rebaño pequeño. ¡Es una multitud que no se puede contar! Ese es el rebaño que incluye a todos los que reconocen la voz de Jesús y lo siguen aunque seguirlo nos lleve por el valle de la oscuridad (Salmo 23:4). No tendremos miedo porque seguimos al Buen Pastor. Y es el Buen Pastor que es el Cordero del Apocalipsis que está en su trono y nos conducirá a las fuentes de agua de la vida y nos llevará donde no se sufre hambre, ni sed, adonde no nos quemará el sol ni nos agobiará el calor y Dios nos secará las lagrimas (Apocalipsis 7: 16-17).
Yo creo que lo que de verdad molesta a los judíos es por una de esas voces del mundo que nos dice que si compartimos con otros, hay menos para nosotros. No sé si es orgullo o egoísmo. Creo que es miedo. Pero no hay que tener miedo porque el Buen Pastor nos lleva en su mano y nadie nos arrebatará de su mano.
Y el evangelio termina con la respuesta a la pregunta de los judíos: “¿Eres el mesías?” Y Jesús les dice, “El Padre y yo somos uno.” Ahí está. Es por eso que estamos seguros siguiendo a este Buen Pastor, porque el Buen Pastor es Dios y Dios es más grande que todo el miedo, el placer, el pecado, el dolor, la duda. Dios es mucho más grande. Y la mano de Jesús es la mano de Dios: Una mano enorme en la que cabe una multitud que no se puede contar.
Quiero terminar diciéndoles que muchas veces no ponemos atención a la Oración Colecta, al comienzo de la misa y la Oración después de la Comunión. Pero siempre estas oraciones resumen el tema del día y canalizan la oración que debemos tener durante la misa. Al comienzo de la misa de hoy rezamos:
“Dios omnipotente y misericordioso, guíanos a la felicidad eterna de tu Reino, a fin de que el pequeño rebaño de tu Hijo pueda llegar seguro a donde ya está su Pastor, resucitado…”
Y al final de la misa vamos a rezar:
“Vela, Señor, con solicitud, por las ovejas que rescataste con la Sangre preciosa de tu Hijo, para que puedan alcanzar, un día, la felicidad eterna de tu Reino.”
Amen.